viernes, mayo 28, 2010

El Poderoso e invencible Hernán Trujillo


A paso lento pero seguro sigue corriendo Hernán Trujillo, a sus 83 años. Zapatos deportivos, pantaloneta y una dividí con el nombre de Ecuador, son los elementos que cada mañana empujan este atleta a demostrarle al mundo que no hay límite de edad para seguir siendo un gran deportista.

Su afición por el deporte empezó en 6to grado, cuando compitió en su primer inter-escolar de atletismo. Tanta era su alegría que dormía bajo su almohada con sus tres primeros diplomas, soñando en grandes competencias, que por el momento eran sólo sueños de niño.

Pero esos sueños de niño poco a poco se iban haciendo realidad. A los 18 años se inició en la conscripción en el Batallón de Infantería N 1 “Vencedores”. Progresivamente se dio a conocer en el ámbito deportivo y llegó a ser el entrenador de atletismo de civiles y militares.

Perseverancia, agallas y el amor por el deporte lo han llevado a ser uno de los deportistas más grandes de la historia Ecuatoriana.

Su larga trayectoria en el deporte incluye un sin número de competencias internacionales, que le han permitido conocer todo el mundo y a poner en alto el nombre del Ecuador. Entre ellas encontramos la renombrada maratón de Berlín en la cual obtuvo el 3er lugar, en Frankfurt del sur en Alemania , y en la famosa Maratón de Boston obtuvo el 2do lugar. Por su fuera poco también ganó medallas en las competencias Holandesas de Ámsterdam, y una de plata en la de Rótterdam.

Pero sin duda su participación en la competencia San Silvestre de Brasil, ha marcado su gran trayectoria y reconocimiento a nivel mundial. Su primera participación en esta competencia fue en diciembre de 1976, obteniendo la medalla de bronce. Desde entonces ha corrido en Sao Paulo nada más y nada menos que 12 competencias, alcanzando en su categoría seis medallas de bronce, cinco de plata y las últimas dos: una por participación y la de oro, obtenidas en diciembre del 2009.

Sin embargo, su vida no ha sido solo competencias. Guarda en él su mayor tesoro que es su familia. Esposa, hijos, y nietos lo han apoyado incondicionalmente en su carrera deportiva. Algunas de sus hijas han seguido sus pasos y lo han acompañado en competencias internacionales y nacionales.

Todos sus hijos son profesionales, ingenieros, arquitectos, licenciados en diversas ramas, odontólogos, abogados, psicólogos, todos ellos llenos de orgullo, agradecimiento y admiración por su padre. De él recalcan su optimismo y sus "locuras", siempre positivas.

Indiscutiblemente para llegar al nivel de este gran deportista, se debe tener un estilo de vida especial. Su rutina diaria de entrenamiento empieza a las 05h00 con un breve calentamiento a las afueras de su casa, y con los elementos indispensables que son sus zapatos deportivos y la fuerza de conquistar día tras día nuevos triunfos.

Llega al parque inglés y con ligeros ejercicios se prepara para correr. El tiempo no ha transcurrido en vano, su blanca cabellera llama la atención de grandes y chicos. Esa vitalidad y ligereza a sus 83 años motiva a la gente del parque a seguir sus pasos. Porque ¿quién no quisiera llegar a las 8 décadas y lucir como “el poderoso e invencible Don Trujillo”?

Su anhelo es seguir corriendo hasta que Dios lo permita. Y dejar en la sociedad un legado denominado Revolución Trujullista basado en alegría, sabiduría, perseverancia, y amor por la vida.

Así es el poderoso e Invencible Hernán Trujillo, el deportista que ya es una leyenda en el atletismo, el portador del emblema tricolor fuera de nuestras fronteras, el ecuatoriano que más medallas ha obtenido en la san silvestre de Brasil, el ser de sentimientos nobles, el padre que sacó adelante a todos sus hijos, el hombre que espera seguir corriendo hasta que Dios le de fuerzas, llevando siempre son él la V de victoria en el corazón.


miércoles, mayo 26, 2010

Entre historias y personajes

Desde mayo del 2001, la Fundación Cultural Titerefué, organiza el Festival Internacional de Títeres denominado “Con Bombos y Platillos”. Con el paso de los años la convocatoria a este festival ha tomado mucha fuerza, siendo así que es considerado el evento más feliz del mes de mayo.

El festival desde sus inicios se desarrolla en calles, plazas, teatros, escuelas, centros de rehabilitación social, hospitales y comunidades indígenas. El décimo festival, en este año también se presenta en la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión (CCE), en la sala Demetrio Aguilera Malta.

Además, para este año la caravana del Décimo Festival, conformada por los países de Kenya, Colombia, Chile, Argentina, México, España, El Salvador, y Ecuador, están llevando sus obras a varias poblaciones de las diferentes provincias del país, entre ellas: Salinas, Lita, Latacunga, y el Coca.

“A parte de ser un festival, este evento, es un encuentro de cultura, amigos y titiriteros. En cada encuentro cada grupo, aprende del otro”, sostiene Milton Granda, organizador del Festival.

El sábado 22 de mayo, alrededor de 150 personas entre niños y padres de familia, asistieron a la obra “Reseña Los Buenos Vecinos”, presentada por el grupo invitado La Fanfarria de Colombia. La historia se desarrolla en un barrio popular y pretende recrear la convivencia entre vecinos, sin dejar de lado al personaje de la bruja, la cual les hace discutir constantemente. Al final de la historia, sus personajes principales el carpintero y el zapatero, con la ayudad del público resuelven sus problemas.

Entre risas y aplausos, los titiriteros de la Fanfarria Ana María Ochoa, Jorge Luis Pérez y Ernesto Aguilar, dieron gracias al público y firmaron autógrafos.

Para Ana María Ochoa, ser titiritera es su vida. “Es mi existencia, mi trabajo, mi reto. Es el camino que te lleva a los niños y te muestra que la felicidad existe”, sostiene Ochoa.

Así como el grupo de la Fanfarria, cada equipo propone un teatro de títeres para todo público, con historias ligadas a la vida cotidiana, compuestas de mucha imaginación, poesía, identidad e historia.

viernes, mayo 21, 2010

“África Mía”

A cinco minutos de la Av. Occidental, subiendo por la calle Legarda se encuentra África Mía, un barrio con 14 casas iguales, construido por 14 mujeres negras originarias del Carchi.

Diana Carolina Borja es hija de Miriam Borja, una de las 14 mujeres que fundaron África Mía. Diana Relata la historia de su madre, su vida y sacrificios por no ser maltratada, explotada ni discriminada.

Miriam Borja es originaria del Carchi, ella llegó a la ciudad de Quito a la edad de 8 años. En estos tiempos todavía existían los hacendados, los cuales tenían una ideología de represión y esclavitud hacia la población negra de aquella época. Le ofrecieron educación y empleo, ella mantenía la esperanza que al llegar a la capital encontraría nuevos días para ella y su madre. Así fue separada de su madre y traída con engaños, sin embargo lo único que recibió por parte de las personas que la trajeron fue maltrato, explotación y exclusión por ser negra.

A parte de agresión psicológica recibía agresión física, esta era mediante latigazos y trabajo excesivo, para vivir le dieron una vivienda poco digna y su alimentación consistía en las sobras de la casa del hacendado. Bajo órdenes de los jefes, cuando se comunicaba con su madre o la iba a visitar su familia, ella tenía que decir que ahí la trataban muy bien y que se sentía muy contenta, caso contrario era reprimida. La situación de Miriam, es la misma de 13 mujeres más, las cuales vinieron engañadas y vieron frustrados sus sueños.

Después de varios años logran ser independiente, y van a vivir en las laderas del Pichincha, en el barrio de Santa Anita. Miriam conoce a un Brigitte Mcrscher, una joven Austriaca que hacía labor social en el Ecuador. Más conocida como “Brigitta”, esta joven ayudó a Miriam y a las 13 mujeres más junto a sus pequeños hijos. Las organizó y les planteó varios proyectos para que salgan adelante.

Organizaron un grupo de baile de música tradicional de los negros “La Bomba”, el cual les permitía hacer presentaciones y ganar un poco de dinero para su sustento.

También trabajaba junto a ellas un sacerdote, que les enseñaba sobre la historia de los afro- ecuatorianos en América Latina. Su baile y el conocimiento de sus raíces hizo que las mujeres decidieran que su grupo se llamaría “África Mía”. Su objetivo no era ser conocidas por el baile, sino que por medio de esta representación conozcan su historia y cultura. Este grupo se convertiría en un movimiento que luchaba por sus derechos y hacía respetar a su gente.

Posteriormente Brigitta junto a las 14 mujeres graban un video en 1995, donde narran su vida y explican sus necesidades. Este fue llevado al país natal de la extranjera. El regreso Brigitta trae consigo mucha esperanza y felicidad, las peticiones de las 14 mujeres fueron escuchadas. Tuvo apoyo y le dieron dinero y así se puso en marcha el anhelado proyecto, que era el Plan de Vivienda, ya que sus escasos recursos no les permitían ni tener un techo para ellas y sus hijos.

El problema principal que tenían era el racismo por parte de la población y el desinterés del Municipio en buscarles un terreno en donde pudieran construir sus casas. Buscaban por todas partes, pero por el hecho de ser de “negros” les negaban la entrada. Después de tanta búsqueda el fin compraron un terreno, pero los vecinos se negaron a convivir con ellas y mucho menos que vivieran eran juntas, por lo que el propietario del terreno se vio obligado a devolverles el dinero. Tras este fracaso las mujeres indignadas denunciaron el caso, fue publicado en periódicos y uno de ellos fue un periódico riobambeño. Muchos leyeron este caso y después de varios meses una mujer contactó a las señoras y les ofreció su terreno en venta, lo que actualmente es África Mía a la altura de la Av. Occidental subiendo por la calle Legarda, a lado del barrio “Atucucho”.

Ya con terreno propio las 14 mujeres, junto a Brigitta empezaron a construir las casas. No tenían ayuda alguna y mucho menos de gente de aquí, sino del apoyo internacional. Niños y mujeres se encargaban de la construcción, en muchas ocasiones no tenían ni que comer más que pequeños refrigerios. Las casas fueron construidas con arena cemento y madera, terminaban una y comenzaban por la otra. Así la construcción duró aproximadamente hasta el 2005. Finalizadas las 14 casas fueron sorteadas para ver a que familia le correspondía cada una, todas tenían el mismo diseño un piso y pintadas de color blanco.

Gracias a la ayuda de Brigitta, las 14 mujeres hicieron su sueño realidad. Barrios aledaños a África Mía veía la ayuda de la extranjera mal, considerándola lesbiana por solo trabajar con mujeres.

Ya con las casas empezaron a tramitar los servicios básicos, pero no eran escuchadas a los dos años les instalaron el servicio eléctrico y en noviembre del 2008 recién les dieron el servicio de agua potable. Todos esos años vivían de la ayuda de una señora, que les facilitaba el agua a cada familia y para obtener esta se turnaban.

Diana Borja manifiesta el inmenso orgullo que tiene por su madre, al construir su casa sola y sacar adelante a un grupo y a sus tres hermanos. Actualmente ella estudia Hotelería y Turismo en el Instituto Cordillera, es representante juvenil en la organización que mantiene África Mía. Son muy organizados mensualmente se reúnen para ir a misa, pero esta es diferente tienen un Cristo Negro y danzan en la ceremonia su famoso baile “La Bomba”.

Actualmente las personas que viven en África Mía ya no quieren dar testimonios, se sienten traicionados y utilizados. Muchos periodistas y medios de comunicación han ido a investigar, las personas han accedido a darles información y ellos han prometido ayudarles y que sus necesidades sean escuchadas, pero ha quedado en palabras nunca han vuelto. Patricia Lara una de las 14 mujeres fundadoras dice “Estoy cansada de tanta burla, es cierto somos pobres pero tenemos sentimientos”.

Diana Borja accedió a dar información sobre la gran historia de su madre, dice “Soy estudiante y no me gustaría que me cerraran la puerta y me negaran realizar mi trabajo”.

“La juventud está en el alma”

Un bello jardín, poblado de margaritas blancas, adorna el camino que conduce a la entrada del asilo privado “Feliz Hogar”, perteneciente a la Fundación Humanitaria Internacional Rotary Club. En su interior, una sala de espera y un largo corredor con pasamanos azules da apertura a una aventura en el tiempo, con personajes de blanca cabellera, sabiduría y experiencia.

Son las 09h00, el sol resplandeciente acompaña a los ancianitos de este centro en su caminata matutina por el jardín. A paso lento, caminan y saludan entre ellos: “buenos días, que Dios te bendiga”, es la frase común y de buena suerte que utilizan cada día.

Cerca de 800 mil personas, forman parte de la tercera edad en el Ecuador. El 10 % ingresa a asilos. La edad promedio para la admisión a estos centros son los 70 años.

El asilo “Feliz Hogar” cumple con todos los requisitos de la Dirección de Gerontología del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES). Existen 73 instituciones registradas en esta dependencia y un 95 % son privadas.

Con una blusa roja, pantalón negro y un chal blanco camina por el jardín Charito Garcés, de 80 años. “Me gusta estar aquí, pero a veces me siento triste. Mis hijos no me pueden venir a ver todos los días y a mí me gusta conversar, tener muchas amistades “.

Así como ella, 55 ancianitos más viven en el asilo, recibiendo el cuidado de personas que no son su familia, pero que los asisten y los quieren como si lo fueran.

María de Lourdes Alvarado, directora del asilo, sostiene que la mayoría da las personas que se alojan en el centro lo hacen por obligación de sus familias. “Es un mínimo porcentaje de ancianitos que vienen acá por voluntad propia. La gran mayoría ingresa por obligación y les cuesta mucho acoplarse”.

Patricio Villegas, sociólogo de la Universidad Católica, explica que pasada la tercera edad, el calor de hogar es muy importante para ellos. “El sentido de pertenencia a la sociedad es muy fuerte, al ingresar a estos espacios se sienten desplazados”. Acoplarse les cuesta mucho, pero las ganas de vivir y compartir con sus compañeros les motiva día a día a seguir adelante y realizar las actividades que cada semana les programan.

Continúan su caminata entre el pasto verde y las flores, se dirigen hacia una casa en medio del jardín. “Buenos días, ¿listos para iniciar la jornada?”, grita Manuel Granja, profesor de gimnasia.

Son las 10h30 y a ritmo de “Ésta es mi tierra linda, el Ecuador tiene de todo, ésta es mi tierra linda el Ecuador tiene de todo…”, los viejitos empiezan su clase de gimnasia. Con movimientos suaves pero muy seguros, se ejercitan. Entre ellos mismos se alientan para continuar con su rutina: “dale Luchito dale, esto nos sirve”, dice Alcívar Granda.

Entre risas y cansancio termina la clase de gimnasia, del brazo de las auxiliares caminan hacia sus habitaciones para tomar un baño. Blusa, falda, medias y zapatos blancos es el vestuario que distingue a las auxiliares, que se convierten en la familia de ellos dentro del asilo. “Parecen ángeles, son muy buenas, nos ayudan mucho pero sobre todo nos tienen paciencia y les gusta conversar con nosotros”, cuenta Esmeralda Branco, más conocida como Esmeraldita.

Las auxiliares se dividen en dos grupos: de planta y privadas. Las primeras pertenecen al centro y realizan turnos rotativos para cuidar a los viejitos. Las privadas son contratadas por los familiares para que ofrezcan una atención más personalizada. Los dos grupos cumplen funciones como: acompañarlos en la hora del almuerzo, en las terapias, en la gimnasia, en el jardín cuando dan un paseo y ayudarlos en su aseo personal.

“Apure Doña Esmeraldita, ya está el almuerzo”, dice Sandra Guamán, auxiliar privada. La toma del brazo, y a paso lento caminan por el corredor hacia el comedor. Llegó la hora del almuerzo.

El menú es personal, lo preparan chefs con la ayuda de Raúl Medina, doctor del asilo. Medina crea la dieta de cada paciente según su diagnóstico, ya que algunos tienen diabetes. Pero a todos les dan alimentos bajos en sal.

Terminado el almuerzo, se dirigen a la sala de recreación en donde les espera, Norma González, terapista. Entre rostros de concentración y admiración empieza la clase de terapia ocupacional: pintura para los hombres y tejido para las mujeres.

Sabinita Vaca, de 80 años, entre tejido y tejido, con rostro enérgico, dice “mi marido fue un desgraciado, de gana me casé. Pero sabe me case por las tres cosas: por lo civil, por la iglesia y por tonta”. Según su auxiliar esta historia la cuenta siempre.

En este centro, la mayoría de viejitos sobrepasan los 70 años. Según Villegas, a esta edad les interesa más ser escuchados que escuchar. “Con sus historias pretenden cambiar la sociedad. A esta edad buscan cosechar todo lo que han sembrado en su vida. Se vuelven como niños inocentes”.

Cae la tarde y con gran entusiasmo lucen sus mejores trajes, como si fueran a una fiesta. Se dirigen a la sala de descanso. Es viernes, como de costumbre llega la hora del bingo. “Yo siempre tengo que estar muy bien arreglada. Me encanta el color rojo en los labios y pintarme el cabello”, dice Martita Muñoz.

Así como Martita, a la mayoría de viejitas les gusta estar arregladas. Cabelleras blancas muy bien peinadas, labios rojos y uñas pintadas reviven en ellas el tiempo de su juventud, que permanece latente en su corazón, así las canas y las arrugas se hagan presentes.

Entre gimnasia, terapia ocupacional, bingos y caminatas, gira la vida de los ancianitos. Esperando una visita entre semana o la llamada de algún familiar. “La familia es ingrata, hace seis meses ingresé aquí y sólo un nieto me ha venido a visitar”, expresa Jaime Eduardo Madera, de 87 años.

Con el paso de los días, aquellos niños adultos esperan volver al calor de familia, con la esperanza de que el asilo no se convierta en su último hogar.